Castellano

Romance a un poeta
de
 Lorca González
  te llevaron a aquel monte sin calma
hace una vida, triste noche de agosto
Ciegos, solo viendo tu palido rostro
Sin reconocer tu iluminada alma

Mientras tu luna gemia en vano
sono un solitario tiro y la vala fria
calló el latir de tu corazon y decidia
 desprender tu alma del ancla humano

Tu luna blanca rompio en sollozos
Y tu madre Granada se vistio de luto
Dolor negro dejo la perdida de su fruto
Y Espana lloro por uno de sus mozos

Pero dios alla en el cielo se alegra
Por el mas puro el sus angeles volvia
Para ser su luz mienstras el le sonria
La estrella mas clara  de la esfera

Tu poesia siempre es mi firme roca
Estara in mi corazon y en Granada
Hasta que de este mundo me vaya
Mi heroe, Federico Garcia Lorca
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El metro
de
Lorca González



Cada mañana es como la anterior y como será la siguiente. Estoy parada en el mismo sitio, trés pasos trás la maquina de tabaco estropeada. Espero como todos los días. El sonido de los frenos, hace que se me pongan los pelos de punta.

A el no le importan guerras, muertes, nacimientos, ni la maréa. El siempre viene, el metro.

Todas las mañanas a las 7.38 h espera a que me monte. Siempre lleno de las mismas personas sin color, que yo llamo las hormigas, porque todos me parecen iguales. En el asiento pegado a la puerta se sienta la mujer gorda, con el moño y los zapatos azules, la chica con el MP3 y la cara de aburrida se sienta en frente de ella.    

Como todos los dios me siento con la cara en direccion contraría. No se porque, pero asi es como me gusta. El chicle pegado en el asiento a mi lado lleva allí no se cuantas semanas y esta negro.

Todas las hormigas leen o miran al frente. Parecen ser parte del metro y no me extrañaría sino  existiesen fuera de el. Siento como un odio hacia ellos se apodera de mi. Nada les puede dañar, porque no existen. Yo si existo y el mundo me puede dañar.

Ayer se ahorcó mi vecino. No es que le conociese y mucho menos que me cayese bien, pero estaba acostumbrada a saludarle en la escalera. Era parte de mi vida, como el gato pardo que

me espera en la puerta de casa. Se que siempre que salgo o entro está allí. Pero hoy no me encontraré al mi vecino en la escalera, porque ya no está. Esta frío y solo en un ataud oscuro.

A las hormigas no le importa mi vecino. Ellos siguen el mismo rollo de siempre. Los odio porque nada ha cambiado para ellos.

En la proxima parada se baja la chica del MP3 y se monta el hombre de la corbata de cuadros.

Se sienta enfrente mia con su sonrisa de viejo verde.

Mientras el metro coje velocidad me pregunto si las hormigas notarían si faltase yo. No creo, si no no fuesen hormigas.

En la proxima parada una mujer con un carricoche quiere subir. Casi no puede, trás unos dos minutos consigue subir sin ayuda. Nadie le echa una mano. Vaya mierda de hormigas!

Dos minutos y viene la proxima parada. Esta vez se baja la mujer del moño y se sube una pareja, bueno quizas son hermanos. Yo que se, son un hombre y una mujer, que se montan juntos en el metro.

Trás unos minutos empiezan a discutir. Cada vez más fuerte. No se de que va, pero las hormigas ni se dan cuenta.

En la proxima se bajan y el hombre empuja a la mujer y le pega patadas. Los observo por la ventanilla, pero no puedo hacer nada. La gente en el andén miran para el otro lado. Más hormigas!

La voz monotona dice „Opera“. Mi parada, me tengo que bajar.

Otra vez son las 7.38 h y espero en el andén junto a la maquina de tabaco. La mujer del moño y la chica del MP3 tambien están ahí. A las 7.38 h nos subimos.

El hombre de la corbata de cuadros hoy ha cambiado la rutina, cuando se sienta, se pone a leer el País. Mientrás espero a que llegue mi parada empiezo a leer los titulares en la pagina de atrás. Una de ellas resalta en particular: “mujer falleze trás ser golpeada por su marido en una parada de metro”.

Mi parada es la proxima y me bajo. Mientrás veo desaparecer el metro en el túnel pienso:

„Todos somos hormigas!“